El reino de fuar

Después de aquel aguacero, después de aquella erupción, de aquel terremoto. Unas ruinas que algo (o alguien) había llevado al centro de la tierra, han vuelto a la superficie. Unas grandes murallas se alzan, ahora, en el interior del bosque, con forma de Octágono. ¿Una civilización perdida? ¿Qué protegían esas murallas? El tamaño inmenso de las rocas me hacen creer que eran murallas gigantes. Siento un escalofrío en mi espalda.

En el centro de aquellas ruinas se alza, extraña, imponente, la Torre en Espiral, junto al inmenso árbol. Están tan íntimamente conectados, que uno ya no sabe si la Torre es el Árbol, o si el Árbol es la Torre.

El Portal del Bosque Escondido.

Solo al atardecer, durante unos segundos, el Portal se abre, sobre el Gran Roble. Es un lugar maldito al que nadie quiere ir. Feros, la Ciudad de la linde del bosque. La Ciudad que vive a espaldas de la Floresta, abrazando el Río que lo conecta con el resto del mundo. “El bosque es solo para los fantasmas y los difuntos. Solo vamos allí cuando muere alguien. El resto del tiempo, las puertas se cierran. Nadie tiene permitido pisar el bosque fuera de los rituales funerarios”.

Soy el único extranjero en muchos años, que ha visitado Feros. Casi todos los jóvenes se han marchado a las grandes ciudades de la Costa, repletas de oportunidades. Aquí en Feros solo queda gente mayor y ya pocas manos pueden dedicarse al campo. Por eso, cuando vieron que un joven extranjero había aprendido su extraña pero bella lengua, y había decidido comprar una vieja casa con una granja en la linde del bosque, los rumores empezaron a propagarse. ¿Qué querrá un joven extranjero, en estas tierras de nadie? Enriquecerse. Hacer un pacto con los viejos espíritus. Está loco. ¡Se dice que es escritor, artista! ¡Mago!

Pero yo solo era diplomático. Acababa de salir de la Universidad, con mi maestría en aquella lengua, en aquella cultura. Feros era la antigua capital de Fuar, el reino de los bosques y de las colinas.

Uno de los Reinos más antiguos que se conoce, su historia se remonta decenas de siglos, hasta el punto que historia y mito se encuentran, como en una neblina, donde ficción y realidad se tocan. Se dice que por la sangre de los habitantes de Fuar corre sangre feérica. Cuando Féntar, aún un niño, huía del asesino de su tío que había depuesto a su hermano a sangre y fuego, el príncipe perdido, se encontró un día en el Bosque de Fuar. Nadie sabe cómo pudo encontrarlo, aunque se dice que, sin querer, se puso a silbar una Canción de hadas que había escuchado, en duermevela, y que por eso la Puerta se abrió.

Se dice que Féntar fue adoptado por los Seyr, una raza feérica, tan vieja como las montañas y los ríos. Se cuenta que el niño aparecía en la profecía de esta raza moribunda, como el que renueva la Sangre. Un niño de grandes ojos plateados y de cabellos de ala de cuervo. Fue iniciado en los Misterios de los Seyr, entrenado en la caza, la guerra, la espada. Y en la Vieja Magia. La vieja raza que se estaba muriendo, de pronto, encontró la fuerza que necesitaba en el joven humano. Y, de forma natural, como así también contaba la profecía, el niño se convirtió en hombre muy pronto, y encontró la espada que ningún otro había podido encontrar. La espada de la Unión, runas feéricas y humanas, unidas en Espiral. Y reunió las tribus de los Seyr, que se habían desperdigado por el continente, se casó con la hija del Rey, y, también bajo el conjuro de la profecía, cuando el Rey perdió la vida en batalla, Féntar accedió al trono. El primer humano que reinaba sobre los Seyr, desde Agerus, el forjador de la Espada, siglos atrás, en los Primeros Días.

Y de la semilla de Féntar y de Ilya, la reina de los Seyr, una nueva raza nació. La raza de los Meyr, híbridos feéricos y humanos. De gran longevidad. Diestros con la espada y con el harpa. Durante siglos dominaron el centro del continente, y sus canciones, sus hazañas y gestas se multiplicaron en el mundo. Y sus invenciones. Y su magia.

Como cayeron en desgracia los Meyr es cuestión de otro momento. Pues yo aún no lo sé, aún no he podido acceder a esta información. Yo solo soy un instrumento de estos Viejos Días que parece que estoy desenterrando. Cae un aguacero en el bosque. Las raíces de este nuevo árbol, de este nuevo mundo, han llegado a ese magma que encierra ese mundo enterrado. Erupción terrible, y las viejas ruinas vuelven a relucir bajo la Luz azul de la nueva Luna.